El miedo paraliza. Es pánico escénico. Ante el, están ellas: Lucía y Alejandra. Con nombres propios y con abrazos ciertos. El miedo se diluye con sus palabras, con nuestros encuentros, con los libros, las imágenes y con sus manos creadoras; con la claridad y la certeza en la mirada. Y ese es el primer conjuro contra el miedo: sabernos acompañadas.

Lucía hace una curaduría silenciosa y precisa, que amarra hilos invisibles entre lo que leemos, lo que escribimos, lo que miramos y lo que tocamos. Ella crea un mundo, el mundo de Selva y Glaciar. Y Alejandra, con su cabeza y corazón sensato y en calma, sostiene los números, las decisiones, abre el camino.

Gracias a ellas, esto que parecía un sueño torcido tomó forma. Ellas son un regalo del azar.  Hay amigas que son suerte.